Aunque no nos guste, o no queramos admitirlo, tenemos la tendencia innata a pensar cómo es alguien, o un grupo de personas, a través de sus apariencias, de lo que podemos observar a primera vista. En unos segundos, podemos sacar conclusiones de esa persona que tenemos delante, es lo que popularmente se denomina “primera impresión”. Un simple análisis rápido de cómo viste, cómo habla y la expresividad de su rostro puede hacernos decidir sobre si vale la pena conocerlo o no. Pero esto no nos pasa únicamente con las personas, también nos pasa con un libro, una película, un vestido, un perfume… Y ¡un alimento!
En menos de 3 segundos somos capaces de decidir si merece nuestra confianza, si responde a nuestra situación económica, o incluso a nuestra necesidad. Nuestro cerebro reconoce rasgos o recuerdos del pasado y eso nos hace prejuzgar.
¿Podemos “engañar a las apariencias”?
Todo habla de nosotros, el vestido, el pelo, el cuidado de las manos, el móvil… Y a partir de esa información nos aventuramos a deducir rasgos de la personalidad, posición social y económica, ideología política, valores, creencias… Es asombroso como nos dejamos cautivar por esta máscara externa y como condiciona nuestra conducta. Esos segundos donde vemos algo por primera vez son claves para formarnos una imagen. No obstante, a todos nos ha pasado que no siempre son ciertas las conclusiones a las que hemos llegado, es decir, las apariencias engañan. Por eso, debemos estar dispuestos a cambiar de opinión una vez sabemos más detalles sobre esa persona, objeto, alimento… A veces, cuando analizamos se nos pueden pasar por alto detalles. Quizás vemos solo lo que queremos ver, o nuestro estado emocional nos condiciona o predispone.
La búsqueda de “lo mejor”
En varios estudios se ha llegado a demostrar cómo el cerebro tiene la capacidad de emitir juicios sobre el nivel de competencia de una persona, o de una cosa, en una fracción de segundo. Es lo que se denomina “efecto halo”.
Pero la vida nos enseña que las apariencias engañan, ¿o no? Realmente, las apariencias no nos engañan, nos engañan nuestras expectativas. Y, nosotros solemos vivir con las expectativas muy altas, siempre estamos esperando “lo mejor”… ¿Pero qué es lo mejor?
Esta constante búsqueda de una realidad mejor muchas veces nos hace ser infelices. Sin embargo, vivir en la
realidad nos hace ser más resilientes, es decir, ser capaces de superar circunstancias traumáticas y ver los desafíos inevitables de la vida como oportunidades.
Habilidades que nos ayudan a superar las apariencias
Existe una serie de habilidades que deben desarrollar las personas resilientes a lo largo de su vida: buscan apoyo social, son positivas, ven las dificultades como una oportunidad de aprender, etc. Ahora bien, dos de las habilidades que tiene una persona resiliente le ayudan a “controlar” esos primeros segundos donde juzgamos a las personas, son la capacidad de adaptación y la conciencia del presente.
Capacidad de adaptación
Son varias las características a destacar de una persona resiliente, siendo la capacidad para adaptarse a situaciones difíciles una de las más relevantes. Esta capacidad ayuda a disminuir el estrés, ya que permite asimilar mejor un hecho negativo o la mejora de la resolución de conflictos.
Vivimos con temor al cambio y por eso muchas veces vivimos dentro de nuestra coraza. Sin embargo, tenemos que aceptar que el cambio es inherente a la vida.
Para poder entender el cambio puedes practicar la meditación basada en el mindfulness. Además, para aumentar tu capacidad de adaptación debes dedicarte tiempo para observarte y conocerte. Entendernos mejor y fortalecer nuestras cualidades nos permiten una adaptación positiva al cambio.
Y, ¡cuídate! Parece mentira que a veces tratamos mejor a los demás que a nosotros mismos. Reflexiona sobre cómo te hablas a ti mismo, háblate con cariño, con respeto. Si quieres aumentar tu capacidad de adaptación comienza por ser contigo mism@. Tolera tus momentos de malestar sin culparte por sentirlos. Permítete sentir y no caigas en la autoexigencia o el perfeccionismo.
Conciencia del presente
Alguien que es resiliente, es perfectamente consciente de que está viviendo el presente. Por lo tanto, no le amenaza su pasado ni tampoco le genera incertidumbre el futuro. Al no amenazarle el pasado, no juzga basándose en su realidad pasada. No prejuzga las apariencias de los demás.
¿Cómo podemos conectar con el presente? Cómo te recomendábamos antes, los ejercicios de mindfulness te pueden entrenar y reforzar la capacidad de atención al presente, a dirigir voluntariamente nuestra atención sobre el momento en que estamos. Se han desarrollado desde los años setenta diversas aplicaciones terapéuticas basadas en el mindfulness, y diversos estudios han comprobado la eficacia de estas técnicas, en particular para la reducción de la ansiedad, la depresión, y el estrés.
¿Qué más puedo hacer? Otra de las habilidades que se debe trabajar es la reconexión con la realidad. Nuestro ritmo de vida nos lleva a un estado de distracción constante. Saltamos de una cosa a otra continuamente, miles de estímulos luchan por captar nuestra atención: el móvil, un correo que entra, anuncios, etc. Disfrutar del presente es cada vez más difícil.
¿Alguna vez has tenido la impresión de hacer cosas en “piloto automático”? Por ejemplo, comemos mientras miramos la tele y no disfrutamos de la comida, o estamos pensando en lo que hemos de hacer en el trabajo mientras vamos caminando por un parque, etc.
Comencemos a dejar de sentirnos atrapados por nuestras ideas anticipatorias, por prejuzgarnos los unos a los otros. La vida, las personas, la naturaleza… Son producto de un cambio constante, y esta es una de sus maravillosas cualidades. Y recuerda: “a una persona se le puede arrebatar todo menos la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias.” Viktor Frankl